Tabaco y piel: un envejecimiento prematuro que se puede evitar
El consumo de tabaco no solo genera una elevada mortalidad por cáncer de pulmón y enfermedades cardiovasculares, sino que también se considera la segunda causa de envejecimiento cutáneo prematura después de la radiación solar.
En la actualidad conocemos que la exposición solar multiplica por tres el riesgo de arrugas precoces, multiplicándose por cinco doce si se suman ambos factores.
La piel es el primer órgano donde se puede apreciar el daño producido por el tabaco, pero también es el primero en mostrar los síntomas de recuperación al abandono del mismo. Según datos estadísticos, fumar durante 10 años seguidos acelera hasta en dos años y medio el envejecimiento cutáneo y dejar de fumar, aunque genera una mejoría casi inmediata en la piel, no genera una recuperación completa hasta pasados tres o cuatro años desde que se dejó el hábito.
¿Cómo se manifiesta el tabaquismo en nuestra piel?
El doctor Douglas Model definió «el rostro del fumador» a partir de una investigación que publicó en el British Medical Journal, donde informa que la mayoría de los fumadores con más de 10 años de consumo pueden identificarse sólo por el examen facial. Así, el rostro del fumador tiene las siguientes características:
- Arrugas marcadas, provocadas en gran medida por la contracción de los labios al fumar y el acto de entrecerrar los ojos para evitar el humo.
- Aspecto facial demacrado con prominencia de los huesos.
- Apariencia grisácea de la piel.
- Manchas color púrpura.
Además de lo descrito podemos apreciar:
- Edema de párpados ligado a una congestión de región de los senos paranasales asociado a una mala aireación.
- Manchas de nicotina en dientes y dedos.
- Melanosis oral o melanosis del fumador: Aparición de manchas en la mucosa oral de color marrón-grisáceas, secundarias tanto al depósito de alquitrán como a un aumento de pigmentación.
- Tendencia a manchas de la piel, ya que muchas sustancias presentes en el humo del tabaco actúan como captadoras de energía lumínica.
- Los poros aparecen dilatados y de aspecto sucio seguramente por el depósito de alquitrán y otras sustancias producidas durante la combustión del tabaco.
- Aparición de canas y pérdida prematura del cabello por la alteración de la microcirculación existente alrededor del folículo piloso que se acaba atrofiando.
- Alteraciones bucales: dado que la nicotina afecta directamente a la región periodontal, hay una disminución de la irrigación gingival y aumento de la placa bacteriana así como aumento del riesgo de gingivitis. El calor producido en los labios por el consumo de cigarrillos o de tabaco en pipa puede originar, con el tiempo cáncer de labio, de tal manera que el 80% de quienes lo sufren son fumadores.
En general, podemos resumir que la piel del fumador es una piel con mayor tendencia a la deshidratación, con menos cantidad de células activas y una dermis muy adelgazada por esa alteración tanto del colágeno como de las fibras elásticas que hace que se reduzca la laxitud natural de la piel.
¿Qué es lo que causa este daño?
El humo del cigarrillo contiene infinidad de sustancias tóxicas: nicotina, benzopyrenos, alquitrán, monóxido de carbono, nitrosaminas, óxido nitroso, pireno, toluidina, benzatraceno, naftaleno, otros óxidos de nitrógeno, fenol, catecol, amoníaco, entre otras.
Todas estas sustancias son capaces de desencadenar:
- Formación de radicales libres que pueden actuar como carcinógenos endógenos.
- Disminución de la oxigenación de los tejidos debido a los efectos que producen por diferentes vías la nicotina y el monóxido de carbono.
- Aumento de la viscosidad de la sangre por incremento de la agregación plaquetaria.
- Disminución de vitaminas A, E y C en el suero del fumador por un mayor consumo por el organismo, por una dieta inadecuada y por una comprobada absorción menor de las mismas.
- Alteraciones en la inmunidad: la disminución de la inmunovigilancia que genera el tabaco es un factor patogénico en el desarrollo de neoplasias y otras afecciones inflamatorias.
- Alteración de las hormonas sexuales: por una parte hay una disminución en la secreción de estrógenos con incremento de su metabolismo y eliminación (en las mujeres fumadoras se aprecia un aspecto de la piel similar al posmenopáusico) y, por otra parte, la predominancia androgénica debida al tabaco explica la disposición androide del tejido adiposo de la fumadora, aumentando la grasa a nivel abdominal. También es la responsable de la aparición de vello en zonas masculinas.
- Alteraciones de la cicatrización: por diversos mecanismos, se produce una disminución de la oxigenación tisular y una inhibición la síntesis de colágeno que impide un proceso correcto de epitelización. Esto genera una mayor tasa de complicaciones postquirúrgicas como dehiscencia de las suturas, menor supervivencia de los colgajos y cicatrices inestéticas. Se recomienda evitar el consumo de tabaco al planificar una intervención quirúrgica.
Por último, no queremos dejar de señalar que estos efectos no solo son visibles en fumadores activos, sino también en fumadores pasivos, aquellos que viven rodeados del humo de tabaco de otros fumadores. Y, como bien hemos dicho al principio, parte de los efectos nocivos del tabaco sobre nuestra piel son reversibles apreciándose una mejora en el aspecto general de la piel, brillo y color. Otros, como la falta de firmeza y arrugas necesitarán tratamientos específicos médico-estéticos que devuelvan a la piel esa juventud temporalmente perdida.
Ahora, la decisión es tuya.